jueves, 20 de octubre de 2011

Perdona si te llamo amorfa. Capítulo 10

Capítulo 10: “Palpitaciones amorfas”

Ataulfo, deprimido ya el día 21, volvió a casa de esa belleza rural de pechos colgantes que se zurcían entre ellos cual nudo en los cordones y aún así llegaban al suelo. Juró y perjuró que éste sería el último día que fuese a casa de Mariana. Si no lo conseguía, se suicidaría sentandose en un bidón de productos radioactivos hasta que tuviese cáncer de culo. Pero por fortuna para su orto, esta vez la cosa tomó otro rumbo. Llamó a la puerta de la casa de al lado. El ding-dong estridente del timbre resonó en sus entrañas viscerosas y llenas de salchichas del día anterior. Notó de pronto que Mariana se acercaba, pues el suelo comenzó a temblar.


Un experto hubiese dicho que era un terremoto de 9,2 en la escala sismológica de Richter. Cada paso era un nuevo temblor hasta que finalmente abrió la puerta. Se presentó ante Ataulfo una gran mujer, bella, vella portando una camiseta que le quedaba pequeña y que, se supone, en principio era del Ché Guevara, pero que más bien parecía la duquesa de Alba de lo estirada que estaba.


Ataulfo decidió provar su última táctica... El corazón le latía a mil por hora. Se lamió los labios, abrió la boca y pronuncio las más épicas palabras pronunciadas hasta la fecha:

  • Solo de verte, el corazón me palpita como una patata frita. - soltó con temor a ser rechazado.


La expresión de Mariana Pérez, hasta ahora indiferente, se tornó en una cara de felicidad. De la felicidad más absoluta. Tal era su sonrisa que las babas formaban una gran cascada en forma de paréntesis cerrado.


  • ¿Has dicho patatas? ¿Tienes patatas fritas? Quiero comer patatas. - anunció con su grave voz capaz de hacer reventar cualquier cadena de audio.


Ataulfo sorprendido vio como tenía una gran oportunidad y lo que es mejor, no tendría que padecer cáncer de culo. Entonces Ataulfo sentenció la jugada con un simple:

  • Si quieres te invito a comer hoy y nos conocemos.


Ataulfo había dejado entreveer las dos palabras que más nos gustan a los españoles: comida y gratis. Nadie se negaría a semejante trato y por supuesto, nuestra protagonista no fue una excepción. Los ojos se le llenaron de chiribitas de emoción y dijo:

  • ¡Vale!

  • A las 2 paso a por ti y nos vamos a un restaurante de lujo – respondió Ataulfo, con ánimo de derrochar pese a que le habían despedido de barrendero porque solo hizo su trabajo los primeros dos días.


Esa persona a un gran bigote pegado asintió con la cabeza y pegó un portazo. Comenzó entonces Ataulfo a hacer gesto de victoria cuando de pronto y mientras anunciaba a los cuatro vientos “me vais a comer todos la....” volvió a abrir Mariana la puerta para aclararle algo a Ataulfo:

  • Por cierto, me llamo Mariana Pérez. Es un placer conocerte...

  • Me llamo Zatrústegi, Ataulfo Zatrústegi.


Acto seguido, cada uno se fue a su casa feliz. Mariana porque le iban a invitar a comer y Ataulfo porque ya sabía su nombre.


Al fin. Ataulfo consiguió su objetivo. ¿Qué pasará ahora? No te pierdas la segunda parte del libro..

PERDONA SI TE LLAMO AMORFA. PRELUDIO. FIN


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