miércoles, 5 de octubre de 2011

Perdona si te llamo amorfa. Capítulo 04

Capítulo 04: “El esperado día”

Tras perder unos 10 kilos evacuando una y otra vez, sin comer, sin dormir, sin beber, sin pensar, solamente evacuando, Ataulfo pudo salir del retrete al fin. Y al salir a la calle en busca de un nuevo trabajo, ya que le habían despedido del telepicha.

Y ahora es cuando algún listillo diría:

  • Pero señor Don Escritor, ¿No habías dicho que era pizzero-torero?


Pues sí,estúpido preguntón, pero como todo el mundo sabe, en el momento en que un pizzero-torero deja de ser pizzero ha de dejar su trabajo de torero sí o sí.


Como iba diciendo antes de que me interrumpiese yo mismo (¡qué triste es mi vida!), Ataulfo salió a buscar trabajo... Currículum en mano (en el que figuraba su master en telecomunicaciones o su doctorado en física cuántica) emprendió viaje de empresa en empresa y de tienda en tienda. Varios fueron los días que pasaron hasta que encontró trabajo... Técnico superior en recogida de residuos urbanos...


Barrendero, para que nos vamos a engañar. Pues el amigo Ataulfo habiendo encontrado trabajo y empezando a trabajar se percató de un curioso detalle, un detalle que recordaba a aquel cuento en el que para no perderse se iban dejando migas en el camino... La ciudad entera estaba limpio pero había un camino de babas y bolsas de ganchitos, chetos, gusanitos, patatas fritas, fritos, risquetos, gominolas, chicles, esqueletos de vagabundos guisados, cartones del telepicha, ratas, y demás residuos alimenticios.


En seguida fue asociando llegando a dos conclusiones: la primera es que cuando X tiende a INFINITO, INFINITO se seca y la segunda que ese rastro había sido creado por los desperdicios de aquella que los ángeles por bella quisieron llamar Mariana.


Siguió el camino de desperdicios mientras os iba recogiendo hasta que dicho rastro se terminó, se paró en seco. Era una casa... La calle en la que se emplazaba dicha casa le resultaba extrañamente familiar...

  • ¡Hostia puta! ¡Pero si es la casa de al lado de la mía!

¿Sería verdad? ¿Viviría al lado suyo aquella belleza de bellas piernas que danzaban al son de una canción de Shakira? No había más que una manera de averiguarlo: llamar a esa casa. Llamó y al cabo de unos minutos se abrió la puerta. Tras ésta, se encontraba una mujer (si es que se la podía considerar mujer) de unos 40 años, 200 kilos, 1,30 de altura como mucho, frondoso vigote y vistiendo un hábito de monja (con monja incluida) y un saco de patatas por encima a modo de camisa.


No había duda, era ella... Entonces Ataulfo recordó un anuncio de televisión:

-Te plantas frente a Carla y le dices... - ¿Y le digo qué? (sonríe) – Si haces reir a una chica, te la has ganado”... Tras este flashback televisivo, Ataulfo dijo lo siguiente:


  • ¿Te sabes el chiste del hombre entre dos vallas?

  • No – respondió babeante Mariana

  • Vaya, hombre, vaya.


Silencio incómodo...

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